DUELO GENÉTICO

DUELO GENÉTICO

La maternidad muchas veces está llena de sueños e ilusiones: te imaginas la carita de tu bebé, piensas a quién se parecerá o si heredará ese lunar familiar tan peculiar. Pero a veces el camino a ser mamá da giros inesperados y nos lleva a decisiones donde la genética no va de la mano con el corazón. Si te han hablado del “duelo genético”, quédate por aquí: no estás sola y esta emoción tiene nombre y sentido.

¿Qué es el duelo genético?

El duelo genético es esa etapa emocional que vivimos muchas al saber que nuestro hijo o hija no tendrá nuestra carga genética, por ejemplo, cuando recurrimos a óvulos, esperma o embriones donados. No es algo de lo que debas avergonzarte: es normal, legítimo y completamente humano sentir una especie de “tristecita” por ese sueño que no se va a cumplir exactamente como lo habíamos imaginado.

¿Qué emociones pueden aparecer?

Quizá experimentes tristeza por no ver tus rasgos en tu peque, miedo a no sentir ese vínculo tan soñado, culpa por sentirte así y hasta dudas sobre si contar o no esta historia más adelante. Todo esto es válido y ponerles nombre es el primer paso para abrazar el proceso.

¿Qué puede ayudar en este camino?

• Reconoce tus emociones: Date permiso de sentir y hablar sobre ello. La tristeza y el miedo no te hacen mala madre; te hacen madre sensible y auténtica.

• Busca información: Saber sobre la epigenética (ese maravilloso proceso donde tu cuerpo también deja una huella en tu bebé, aunque no comparta tu ADN) puede traerte consuelo y empoderamiento.

• Apóyate en redes y especialistas: Hablar con otras mamás que han pasado por lo mismo, leer historias reales o acudir a talleres puede transformar la angustia en esperanza.

• Haz del vínculo tu mejor herencia: Más allá de la genética, lo más valioso es el amor diario, la crianza, las risas y los cuidados. Eso sí que deja huella, ¡y para siempre!.

Un mensaje para ti

Tomarte el tiempo para vivir este duelo es un acto de amor para ti misma y para tu bebé. No lo minimices ni sientas culpa: lo que viene después puede ser una familia nueva, diferente, pero igual de auténtica y hermosa.

Al final, la genética no nos define como madres. El amor, la paciencia y la historia que van a construir juntas, sí.