espejo de tu infancia
- 13 ago
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Actualizado: 22 ago
Ser mamá te pone frente a un espejo que no avisa: tu infancia. De pronto, una frase que juraste no repetir sale sola; un gesto, un tono, una mirada que conoces de toda la vida aparece en tu cara. No es para culparte. Es para entenderte. Ese espejo no viene a juzgarte; viene a mostrarte de dónde vienes y hacia dónde quieres ir

A veces el espejo trae cosas lindas: canciones en la cocina, abrazos apretados, risas que curan el mal día. Otras veces trae silencios largos, gritos que dolieron, soledades que nadie vio. Todo eso vive en el cuerpo. Cuando el bebé llora y no sabes qué más hacer, cuando tu paciencia se va, cuando te sientes chiquita otra vez… es tu historia tocando la puerta
La buena noticia: hoy puedes elegir. Puedes mirar ese espejo con cariño y decir: gracias por traerme hasta aquí; ahora haremos algo distinto. Donde hubo grito, pongo pausa. Donde hubo miedo, pongo nombre. Donde hubo soledad, pido ayuda. Criar no es copiar ni borrar: es reescribir.

Esto ayuda en días reales:
Respirar antes de responder. Tres veces, lento. El cerebro vuelve a tierra.
Nombrar lo que pasa: “Estoy cansada y frustrada”. Ponerlo en palabras baja el volumen.
Pedir relevo si puedes: 10 minutos cambian un día.
Abrazar a la niña que fuiste: “Lo hiciste lo mejor que pudiste. Ahora yo te cuido”.
Tu hijo no necesita una mamá perfecta. Necesita una mamá presente. Una que se equivoca, repara y vuelve. Una que dice “perdón” y también “hasta aquí”. Una que se mira en el espejo sin miedo, porque sabe que mirarse es quererse.
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